«El 80 % del éxito laboral está determinado por las habilidades y competencias emocionales y el 20 % por la formación académica». Daniel Goleman
La clave de la felicidad (que no vivir alegremente) radica en el desarrollo de la inteligencia emocional . Trabajarla, desarrollarla y educarla es nuestra responsabilidad hacia nuestros hijos. Es clave para vivir serena y plenamente.
Sonja Lyubomirsky, experta en felicidad, estima que los componentes que determinan nuestra felicidad son los siguientes:
Herencia genética ........ 50%
Circunstancias vitales.. 10%
Estrategias cognitivas... 40%
La influencia que podamos tener sobre las primeras es relativa, especialmente dependiendo de la persona con quién hablemos (epigenética ¿si? epigenética ¿no?), las circunstancias vitales son las que son, sobre éstas no podemos hacer nada (Epíteto: No nos afecta lo que nos pasa. Nos afecta lo que nos decimos sobre lo que nos pasa) y enlazando con Epíteto, las estrategias cognitivas. Aquí sí tenemos definitivamente el control.
Las competencias emocionales que debemos fomentar como padres o como profesionales están enfocadas a potenciar el autoconocimiento, el autocontrol
y la autonomía personal.
Para un segundo, y pregúntate cómo lo haces. Cómo exactamente potencias el autoconocimiento de tus hijos, su autocontrol y su autonomía personal.
¿Estamos preparados para afrontar el reto de ser madres/padres en la actualidad? Aún los profesionales nos formamos permanentemente para poder ayudar a quienes nos necesitan, así pues, ¿los padres lo tienen fácil? Conozcamos la opinión de expertos:
Antes educar era más fácil, porque vivíamos en una sociedad más sencilla, los valores estaban implícitos en el ambiente… Y, además, había muchas menos cosas que educar. Ahora, con las redes sociales, Internet, la televisión… hay muchos inputs.Y hay que formarse. Se hacen muchos cursos de formación para muchas cosas (trabajo, aficiones…) pero para la labor más importante, la educación de nuestros hijos, no nos formamos tanto. La sociedad de ahora no tiene nada que ver con la de antes. Entonces, no podemos educar de la misma manera que nos educaron a nosotros. Hay nuevos retos, y tenemos que estar preparados para afrontarlos. Tenemos que educar en esta sociedad, la que nos ha tocado vivir, no la que vivieron nuestros padres, que era totalmente diferente. Como padres/madres es necesario primero educar nuestras conductas, para después exigir a nuestros hijos desde el ejemplo. De haber alguna receta mágica ésta tendría como ingredientes imprescindibles las normas, los límites y el cariño. Las normas y los límites tienen mucho que ver con la firmeza y la coherencia, por el contrario se alejan del autoritarismo. En esto es cierto que ha habido mucha confusión. De igual modo, ser firme en las normas y los límites tampoco significa que no seamos comprensivos, nada más lejos. Ser comprensivo no es ser permisivo. Ahí radica otra gran piedra con la que muchas familias tropiezan, la confusión de lo uno con lo otro en la práctica diaria. Y es muy importante tenerlo claro, ya que si somos permisivos nuestros hijos no aprenderán a vivir las consecuencias de sus actos.
¿Lo más difícil de educar?
Dejar de lado las emociones. Nuestras emociones. Por ejemplo, si a tu hijo le encanta jugar con el móvil, cuando se lo quites, se enfadará. Bien, el que no tienes que enfadarte eres tú. Tú ya sabes que eso va a pasar. O, por ejemplo, si tu hijo no es muy ordenado, sabes que la habitación no la va a tener muy recogida, milagros a Lourdes, pero no me puedo enfadar.
Lo que tengo que buscar es una estrategia para conseguir que ordene. Y aquí entran en juego las consecuencias.
Por ejemplo, mi hijo sabe que ropa que deja fuera del cesto de la ropa sucia, ropa que queda 15 días confiscada. Claro, cuando la que se queda confiscada es su camiseta favorita… se acuerda la próxima vez y aprende a meter la ropa en el cesto. Yo no me enfado con él porque deje la ropa fuera del cesto, lo entiendo, es desordenado, pero sí busco una estrategia para que aprenda.
Francisco Castaño
Recordemos que lo más importante es lo más importante. No nos enseñan a educar, pero eso no significa que no podamos aprender.