Imagina un tarro lleno de agua, con purpurina en el fondo.
Imagina que lo agitas.
Imagina qué sucede. La purpurina se esparce por todo el bote. ¿Correcto?
Tus emociones son como esa purpurina. Tú eres como ese bote de agua. Cuando se agitan, te inundan.
Y en la vida hay muchas situaciones que nos agitan. Y en la vida hay muchas personas que andan agitadas.
Aprender e incorporar recursos que nos permitan entender, modular y canalizar lo que sentimos de forma saludable, para que se deposite nuevamente nuestra purpurina es necesario.
Pero claro, nuestra purpurina no es visible. No es como cuando te haces un esguince, o tienes una fractura. El dolor físico, de hecho, está normalizado y legitimado. El dolor emocional no.
La salud sabemos que no es la ausencia de enfermedad sino un estado completo de bienestar físico, mental y emocional (OMS). La mala gestión de nuestras emociones causa otras dolencias. Somatizaciones, alteraciones, trastornos, conflictos.
Las crisis emocionales deben atenderse adecuadamente. Y no siempre es la vuelta a la calma es el objetivo prioritario. Con la calma no acaba el problema, con la calma empezamos a ver lo esencial del mismo.
La calma nos permite comprender y comprendernos. Muchas veces las personas piden herramientas para dejar de sufrir, para no sentir ese dolor tan profundo y tan intenso. Y no es esa la clave. La anestesia no es la solución. El maquillaje no es la solución.
Te guste o no, hay cuatro etapas, cuatro fases, por las que necesariamente transitarás si quieres gozar de salud en su pleno sentido.
Atender a tus emociones. Parar, conectar y escuchar. Validar y legitimar. Tus emociones son las que son, sin juicios.
Expresar tus emociones. Nombrarlas. Expresarlas. Si lo que sientes no puede ser expresado, ¿Cómo puede ser comprendido, elaborado e integrado?
Calma emocional. Calma que no silencio. Que no transformación. Calma, templanza, serenidad. Pero no acabamos aquí. No acabamos con la reducción de la intensidad emocional.
Integrar tus emociones. Descifrar, comprender, asumir y trascender (transformar, ahora sí) tras comprender el mensaje que la emoción me trae. Indagar lo que me dice una emoción. Y no siempre será esta una lectura curativa. A veces puede permanecer el dolor, pero sabremos qué nos está diciendo.
Ten la suficiente felicidad que te haga dulce,
los suficientes tropiezos que te hagan fuerte,
la suficiente tristeza que te haga humano
y la suficiente esperanza que te haga feliz.
(anónimo)
En su justa medida, como todo en la vida. Las emociones, indispensables e inherentes. Pero qué pocas veces nos invaden en su justa medida.
Las emociones son retratos de alma, mensajes cifrados que esconden y explican historias de vida.
Expresarlas, armonizarlas, calmarlas o potenciarlas es nuestra responsabilidad.