lunes, 8 de abril de 2024

El vínculo terapéutico

 El vínculo terapéutico es un espacio mágico que trasciende lo aparente, y por lo tanto únicamente sucede cuando se escucha no sólo lo que se dice, también lo que no se dice, cómo se dice, y fundamentalmente sobre qué nos dice la persona que tenemos ante nosotros. 



En ese espacio sucede la magia. La magia de la escucha. De la mirada limpia, sin juicio ni prejuicio. Una mirada compasiva y comprensiva. Una escucha completa, de lo que te cuenta y lo que no te cuenta. De cómo te lo cuenta. De los silencios. De los gestos. De su lenguaje corporal. 

La conexión entre terapeuta y paciente debe ser completa. Solo así ese espacio mágico podrá emerger. 

Tu emoción sabe antes que tu razón la mejor decisión

Los estímulos que percibes viajan a velocidad mayor que la de tus pensamientos. Aún más si ese estímulo es interoceptivo (interno). 

Antes de tú seas consciente de ese estímulo, tu amígdala ya ha procesado esa información y ha enviado la información a la rama simpática de tu sistema nervioso.  Así, antes de que tú puedas procesar la información, ya se ha acelerado tu ritmo cardíaco, tu respiración, se han dilatado tus pupilas, has empezado a sudar ... y justo un segundo después, eres consciente de que esto le está pasando a tu cuerpo. 

Es en ese momento en que tu yo racional es consciente del reto al que se enfrenta cuando (en décimas de segundo) haces un balance (sin intención, lo harás de forma automática porque así somos los seres humanos) de los recursos que sabes que tienes para hacerle frente y lo que crees que necesitas para hacerle frente. 

Y ahí está tu respuesta. Interpretarás y sentirás un yo puedo. O no. 



Y sí, tu pasado crea precedente. En el hipocampo tenemos guardada mucha información de nuestra experiencia y las consecuencias que han tenido para nosotros múltiples situaciones vividas.

Nuestra amígdala cerebral activa la señal de alarma y el hipocampo la desactiva, si lo cree (si lo valora) oportuno. 

Ahora bien, hay cerebros que tienen miedo al miedo. Aunque sabes qué te está pasando sientes que no puedes hacer nada por cambiarlo. Y la sensación es que el miedo, el temor y la incertidumbre se apoderan de ti, y esto a la vez, te genera más y más parálisis y miedo. 

¿Te suena? 

Es decir, hay cerebros que tienen miedo al miedo, que incapacitan el control cognitivo, mientras que los cerebros que viven el miedo, pero no tienen miedo al miedo, son capaces de controlar desde la razón la respuesta emocional. Por lo tanto en cuanto al manejo del miedo son dos cerebros que procesan la información de forma completamente diferente.

Los estudios y la investigación nos confirman que es la interpretación emocional y no la racional o cognitiva la que nos va a sacar del círculo vicioso. 

Es necesario intervenir en la emoción, en el proceso emocional para llegar a otro camino, a otro resultado. 

No vale entenderlo. No va de entenderlo. 

“Sé que lo que me ocurre es una tontería, sé que no debo sentir lo que siento, pero lo siento y eso es lo que me hace sentirme mal”. La creencia de que la razón siempre es capaz de modificar la respuesta emocional, no sólo no se sostiene desde el punto de vista neurológico, sino que no deja de ser una especie de idealismo, impropio del método científico. 




La razón debe ser capaz de modular (regular) la emoción. Estar bajo la dictadura de las emociones no es conveniente. Pero saber que esto tiene que ser así, no significa que siempre lo sea, de tal forma que cuando la emoción es la que gobierna sobre la razón (programa supervivencia) en ese momento de poco sirve lo que tiene que ser y es en esta situación dónde tenemos que dejar la ideología psicológica y reconocer los hechos. 

Para poder intervenir en un cerebro en el que la emoción es la que lleva las riendas, hay que incidir sobre la emoción en sí misma, y en este territorio la reestructuración cognitiva no nos sirve. 

Tenemos que trabajar con la emoción y ser capaces de engatillar otro programa emocional incompatible o antídoto al anterior, en ese momento el nuevo clima de calma propiciará que de nuevo la razón pueda incidir y por lo tanto volvamos a la situación ideal, en la que la lógica formal gobierne sobre la lógica caótica de la emoción. 

No es fácil. Pero es posible. 



¿Cambiamos? 



Tus innegociables

¿Corres detrás de la felicidad? ¿Parece que la rozas pero se te escapa? Todas las personas tenemos unos mínimos innegociables que nos hacen ...