domingo, 29 de junio de 2025

¿Agobiad@ por la vida acelerada? Aprende a priorizar sin renunciar a ti mismo/a


¿Cómo priorizar lo verdaderamente importante sin perder tu esencia?

Vivimos en un mundo que nos exige ir deprisa, cumplir con mil tareas y, además, hacerlo todo “bien”. Entre el trabajo, la familia, las redes sociales y las expectativas externas, muchas veces sentimos que nos estamos quedando atrás, que no llegamos a todo o, peor aún, que nos estamos perdiendo a nosotros mismos en el camino.

Y es que, cuando el ritmo de fuera es tan acelerado, lo esencial suele ser lo primero que sacrificamos: nuestros momentos de calma, nuestras pasiones, el cuidado personal, las relaciones auténticas… ¿Te ha pasado que terminas el día con la sensación de que hiciste mucho, pero nada de lo que realmente te importa?

¿Por qué nos cuesta tanto priorizar?

No es solo cuestión de organización. Muchas veces, detrás de la dificultad para priorizar, hay creencias profundas: el miedo a defraudar, la culpa por poner límites, la sensación de que “no es suficiente” lo que hacemos, o la idea de que debemos estar siempre disponibles para los demás.

Además, la presión de “ser productivos” puede alejarnos de nuestra autenticidad. Nos olvidamos de preguntarnos: ¿Qué es importante para mí, aquí y ahora? ¿Qué necesito para sentirme bien conmigo mismo/a?




3 pasos para reconectar con lo esencial

1. Haz una pausa y escúchate
El primer paso es
detenerte. Sí, aunque sea solo unos minutos al día. Pregúntate: ¿Qué necesito hoy? ¿Qué me haría sentir en paz? La auto escucha es la base de cualquier cambio profundo. No se trata de hacer más, sino de hacer lo que realmente resuena contigo.

2. Define tus innegociables
Haz una lista de esas cosas que, pase lo que pase, quieres cuidar: puede ser tu tiempo de descanso, tu espacio creativo, una rutina de autocuidado, o simplemente una charla sincera con alguien que quieres. Ponles nombre, dales un lugar en tu agenda y protégelos como lo harías con cualquier compromiso importante.

3. Aprende a poner límites (y a no sentir culpa por ello)
Decir “no” no te hace egoísta, te hace
responsable de tu bienestar. Recuerda: cada vez que dices “sí” a todo lo que te piden, puedes estar diciendo “no” a ti mismo/a. Empieza poco a poco, con pequeñas acciones, y observa cómo cambia tu energía cuando te permites priorizarte.

Recuerda: no tienes que ser perfecto/a

El desarrollo personal no es una carrera para convertirte en una versión idealizada de ti mismo/a. No se trata de tachar objetivos de una lista interminable, sino de vivir más alineado/a con lo que eres y lo que necesitas. Eres suficiente tal como eres, y tienes derecho a cuidarte, a equivocarte y a cambiar de opinión.

La autenticidad es tu mayor fortaleza. Permítete avanzar a tu ritmo, celebrar tus logros (por pequeños que sean) y, sobre todo, ser amable contigo en el proceso.

¿Y tú? ¿Qué vas a priorizar hoy para cuidar de ti y honrar tu esencia?

Comparte en los comentarios, me encantaría leerte y acompañarte en este viaje de autodescubrimiento.



#DesarrolloPersonal #Bienestar #Prioridades #Autenticidad #EmpowermentByEmotions





sábado, 28 de septiembre de 2024

Tus innegociables

¿Corres detrás de la felicidad? ¿Parece que la rozas pero se te escapa? Todas las personas tenemos unos mínimos innegociables que nos hacen sentir bien cuando les permitimos tener presencia en nuestra vida. Unos valores, actividades o principios. 
Cuando nos permitimos que tengan presencia en nuestra vida nos sentimos mejor. 


Plantéate qué NO es negociable en tu vida y de qué manera vas a exigirte a ti que estén presentes, con qué frecuencia y en qué medida. 

En la imagen tienes un ejemplo, que puede coincidir contigo. O no. 
Te añado además un innegociable más, mucho más importante de lo que pueda parecer: la conversación. 
La conversación es la herramienta que más impacta en nuestra mente, despierta nuestra curiosidad, alimenta la reflexión y nos ayuda a conectar puntos. Podríamos decir que es la metodología que más impacta en la transformación de una persona. Si puedes permitirte tener sesiones de terapia, hablar con tu terapeuta, intercambiar opiniones sin juicio ni prejuicio, te resultará muy enriquecedor y positivo. 
Si no puedes, busca una persona con criterio, objetiva, que te aprecie. Y conversad.  

Si además puedes organizar tus innegociables para que desde primera hora del día les puedas reservar un espacio, tendrás mayor sensación de bienestar, que repercutirá en el resto del día. 
Cuando organizamos nuestra vida en torno a nuestros innegociables, experimentamos una mayor sensación de plenitud y satisfacción. Estos elementos actúan como anclas que nos mantienen centrados, sin importar lo que ocurra a nuestro alrededor. Nos proporcionamos estabilidad emocional y mental, y nos ayudan a manejar mejor el estrés y las dificultades. 

Cumplir con tus innegociables también genera coherencia entre lo que valoras y cómo vives. Esta alineación es crucial para evitar la sensación de vacío o desconexión que muchas personas experimentan cuando se desvían de lo que es realmente importante para ellas. Es el camino hacia una vida en la que lo urgente no sustituye a lo importante.

A veces la velocidad de la vida nos obliga a posponer lo más vital ....  ¿Cómo hago de mis innegociables una prioridad cuando el entorno me lo pone difícil? 


Organiza tu tiempo conscientemente : A menudo dejamos de lado lo que más valoramos porque estamos ocupados con las demandas diarias. Establece horarios específicos en tu agenda para dedicar tiempo a tus innegociables, sin importar qué tan ocupada esté tu vida.
Comunica tus límites : Asegúrate de que las personas que te rodean comprendan lo que es importante para ti. Al establecer límites claros, puedes proteger esos aspectos innegociables sin sentirte culpable.
Reevalúa constantemente : La vida cambia, y también pueden hacerlo tus prioridades. No tengas miedo de revisar lo que en un momento fue innegociable para ti y ajustar lo que sea necesario para mantener tu bienestar.

Cuando vivimos en alineación con nuestros innegociables, construimos una vida más coherente y significativa. No es solo cuestión de prioridades, sino de respeto a uno mismo. Reconocer qué es lo que realmente importa, protegerlo y honrarlo, nos lleva a un estado de bienestar y paz interior duradero.

¿Tienes ya en mente cómo cumplir con tus innegociables? 




viernes, 13 de septiembre de 2024

TRABAJANDO LA (AUTO)CONFIANZA



¿Es posible aumentar la confianza en uno mismo? Veamos algunas de las opciones que tenemos.

5 estrategias clave

La falta de confianza en uno mismo es un reto que afecta a muchas personas. Puede manifestarse en diversas áreas de la vida: el trabajo, las relaciones personales, o incluso en la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Afortunadamente, la confianza no es algo fijo; se puede desarrollar y fortalecer con el tiempo. Aquí te comparto 5 soluciones prácticas que te ayudarán a mejorar tu autoconfianza.

 1. Cambia tu diálogo interno

Observa cómo te hablas. La forma en que hablas contigo mismo tiene un gran impacto en tu confianza. Si constantemente te repites que no eres capaz o que vas a fallar, te estarás saboteando. Si solo ves aquello que podrías haber hecho mejor, te estarás saboteando. Comienza a reconocer estos pensamientos negativos (no constructivos) y reemplázalos por afirmaciones positivas. Reformula tus frases. Un buen ejercicio es escribir tres cosas que hayas hecho bien cada día, por pequeñas que sean. Esto ayuda a centrarte en tus logros, en lugar de tus defectos.

2. Establece metas alcanzables

Uno de los mayores enemigos de la autoconfianza es intentar morder más de lo que puedes masticar. Alcanzar más de donde puedes llegar. Cuando estableces metas demasiado ambiciosas y no las alcanzas, es fácil sentirte fracasado. En lugar de ello, divide tus objetivos en pequeños pasos manejables. Cada vez que logres uno, tu autoconfianza crecerá un poco más. Celebrar estos pequeños triunfos es clave.


3. Sal de tu zona de confort

El crecimiento personal sucede cuando te enfrentas a nuevos desafíos. Si evitas situaciones por miedo al fracaso, tu autoconfianza se estanca. Intenta exponerte de manera gradual a cosas que te intimiden, como hablar en público o probar una nueva habilidad. Empieza con pasos pequeños y a medida que te acostumbres a la incomodidad, tu confianza aumentará.


4. Cuida tu salud física y emocional

El bienestar físico y mental influye directamente en la confianza en uno mismo. El ejercicio regular no solo mejora tu estado físico, sino que también libera endorfinas, las cuales pueden mejorar tu estado de ánimo. Asimismo, asegúrate de dormir lo suficiente y comer saludablemente. Por otro lado, cuidar tu salud emocional, por ejemplo, a través de la meditación o la terapia, te ayudará a gestionar el estrés y la ansiedad, dos factores que minan la confianza.


5. Rodéate de personas que te apoyen. Busca tus personas vitamina.

Las personas con las que te rodeas juegan un papel crucial en la percepción que tienes de ti mismo. Si estás rodeado de personas que constantemente te critican o te subestiman, es probable que integres esas opiniones. Busca relaciones que sean constructivas y que te impulsen a ser mejor. Estar en un entorno positivo refuerza tu autoconfianza. Identifica a las personas que creen en ti, que te valoran, validan y aprecian, y cuida esas relaciones. 


Concluyendo... Desarrollar la confianza en uno mismo es un proceso que requiere tiempo y esfuerzo. No te desesperes si no ves resultados inmediatos. La clave está en trabajar de manera constante en estos aspectos y, con el tiempo, verás cómo te sientes más seguro y capaz de enfrentar los desafíos de la vida. La confianza se construye paso a paso; cada pequeño avance cuenta.






viernes, 6 de septiembre de 2024

ELEGIR TERAPEUTA

 


No se nos ocurriría ir a un dermatólogo cuando tenemos problemas en los ojos, ni a un oculista si lo que tenemos es dolor de espalda... sin embargo, cuando lo que nos duele es el alma, ¿ a quién acudimos? 

Terapias hay muchas dentro del área psicológica, mental y emocional. Elegir no siempre es fácil. Es importante que el profesional que elijas realmente lo sea, realmente sepa lo que hace. Pero tan importante como esto es el vínculo terapéutico que logres. Es esa conexión que no siempre se establece pero que es necesaria para que alcances tus objetivos. 

Psicoanálisis, cognitivo-conductual, sistémica, humanista ... son muchas las corrientes, y en realidad no hay una mejor que otra, porque dependerá de cómo eres tú (quién consulta) y cómo es el profesional que eliges. En función de ello, funcionará (o no) la terapia. Si hay feeling, hay alto porcentaje de éxito. 

Haremos un brevísimo repaso. 

Psicoanálisis. Primera psicoterapia como tal, nos lleva a buscar el origen de los problemas en la infancia (hay que bucear mucho) y entiende que un trauma en esta etapa es el origen del problema que nos lleva al diván. Es por lo general, una terapia lenta. 

Cognitivo-conductual. Es una terapia mucho más rápida que entiende nuestro comportamiento (y por ende nuestros problemas) como el resultado de la relación estímulo-respuesta. Ha evolucionado y hoy por hoy dentro de esta corriente encontramos derivadas de ella, terapias de tercera generación. 

Terapia humanista. A diferencia de las anteriores, esta terapia no se enfoca a problemas psicológicos ni alteraciones ni trastornos de la personalidad. Aquí tiene cabida cualquier necesidad que plantee la persona con relación a su vida, resultados, comportamiento o conducta, sin que tenga problemas psicológicos. 

Sistémica. Esta es una terapia que entiende la vida compuesta por sistemas que se relacionan entre sí. Imagina un sistema solar. Tú estarías en el centro, y orbitando a tu alrededor estaría tu problema, tu familia, tu pareja, tus expectativas... todo cuanto te rodea. La relación entre todo debe ser armoniosa, si no lo es, emergen las alteraciones. Cuando hay problemas relacionales, esta terapia resulta especialmente interesante. 


Así pues, es interesante que preguntes a tu terapeuta qué corriente es la que practica, así como su forma y método de trabajo. 

Siente libertad para probar sin compromiso, y si no es lo que sientes que debe ser, no sigas. Cada persona tiene su terapeuta. 


¿Cuándo acudir a terapia? 

A cualquier persona le viene bien hablar y ser escuchada sin ser juzgada. Recibir propuestas para los problemas o retos de su vida por parte de una persona profesional que no se posiciona en ningún bando y que de forma neutra, te va a dar herramientas para que tomes la mejor decisión. Tú. No tu terapeuta. 

Ahora bien, no siempre podremos ir a terapia sin más. Muchas veces la economía es la que nos hace decidir. Y otras veces, se suma la duda "¿será esto algo como para ir a terapia? ¿o seré yo que hago un mundo de lo que me pasa? ¿quizá lo hago grande y no es para tanto?" 

En el momento en el que te planteas estas preguntas, ya te está afectando. Si no te afectase, si tuvieras claro cómo poner solución, no te harías esa reflexión. Por tanto, en el momento en que te afecte, es aconsejable. En el momento en que lo pienses con frecuencia, es aconsejable. En el momento en que se torne algo visceral (lo sientas en tu estómago) es aconsejable. 


¿Con perspectiva de género? 

El género es una construcción social que nos afecta desde antes de nacer. Se esperan comportamientos diferentes de nosotros según seamos hombres o mujeres. Y nuestras propias expectativas son diferentes según nuestro género, porque aprendemos a que lo sean, no porque por genética sean diferentes. Al fin y al cabo, el género es un constructo social y cultural, que aprendemos e incorporamos. Por eso es importante que tu terapeuta incorpore la perspectiva de género en su mirada. Ayudará a contextualizar, comprender y empatizar mucho más. Sin revictimizar. Sin culpabilizar. 


¿Qué contarle? ¿Cómo empezar? 

Mi consejo, si no sabes como empezar, deja que te guíe. Expresa tu sentir, tus dudas, y deja que te guíe en esos primeros pasos. Seguramente será mucho más fácil de lo que puedas pensar. 


¿Y hasta cuándo? 

Muchas veces es fácil, porque cuando aprendes las herramientas para resolver tu problema, terminaste. otras veces seguro que prefieres 


Espero haberte ayudado a tener más claro cómo enfocar el perfil profesional que crees que se alinea más contigo. 





sábado, 4 de mayo de 2024

PURPURINA

Imagina un tarro lleno de agua, con purpurina en el fondo. 

Imagina que lo agitas. 

Imagina qué sucede. La purpurina se esparce por todo el bote. ¿Correcto? 




Tus emociones son como esa purpurina. Tú eres como ese bote de agua. Cuando se agitan, te inundan. 

Y en la vida hay muchas situaciones que nos agitan. Y en la vida hay muchas personas que andan agitadas. 

Aprender e incorporar recursos que nos permitan entender, modular y canalizar lo que sentimos de forma saludable, para que se deposite nuevamente nuestra purpurina es necesario. 

Pero claro, nuestra purpurina no es visible. No es como cuando te haces un esguince, o tienes una fractura. El dolor físico, de hecho, está normalizado y legitimado. El dolor emocional no. 

La salud sabemos que no es la ausencia de enfermedad sino un estado completo de bienestar físico, mental y emocional (OMS). La mala gestión de nuestras emociones causa otras dolencias. Somatizaciones, alteraciones, trastornos, conflictos. 

Las crisis emocionales deben atenderse adecuadamente. Y no siempre es la vuelta a la calma es el objetivo prioritario. Con la calma no acaba el problema, con la calma empezamos a ver lo esencial del mismo. 

La calma nos permite  comprender y comprendernos. Muchas veces las personas piden herramientas para dejar de sufrir, para no sentir ese dolor tan profundo y tan intenso. Y no es esa la clave. La anestesia no es la solución. El maquillaje no es la solución. 

Te guste o no, hay cuatro etapas, cuatro fases, por las que necesariamente transitarás si quieres gozar de salud en su pleno sentido. 

Atender a tus emociones. Parar, conectar y escuchar. Validar y legitimar. Tus emociones son las que son, sin juicios. 

Expresar tus emociones. Nombrarlas. Expresarlas. Si lo que sientes no puede ser expresado, ¿Cómo puede ser comprendido, elaborado e integrado?

Calma emocional. Calma que no silencio. Que no transformación. Calma, templanza, serenidad. Pero no acabamos aquí. No acabamos con la reducción de la intensidad emocional. 

Integrar tus emociones. Descifrar, comprender, asumir y trascender (transformar, ahora sí) tras comprender el mensaje que la emoción me trae. Indagar lo que me dice una emoción. Y no siempre será esta una lectura curativa. A veces puede permanecer el dolor, pero sabremos qué nos está diciendo. 


Ten la suficiente felicidad que te haga dulce, 

los suficientes tropiezos que te hagan fuerte, 

la suficiente tristeza que te haga humano

y la suficiente esperanza que te haga feliz. 

(anónimo) 

En su justa medida, como todo en la vida. Las emociones, indispensables e inherentes. Pero qué pocas veces nos invaden en su justa medida. 

Las emociones son retratos de alma, mensajes cifrados que esconden y explican historias de vida. 

Expresarlas, armonizarlas, calmarlas o potenciarlas es nuestra responsabilidad. 


lunes, 8 de abril de 2024

El vínculo terapéutico

 El vínculo terapéutico es un espacio mágico que trasciende lo aparente, y por lo tanto únicamente sucede cuando se escucha no sólo lo que se dice, también lo que no se dice, cómo se dice, y fundamentalmente sobre qué nos dice la persona que tenemos ante nosotros. 



En ese espacio sucede la magia. La magia de la escucha. De la mirada limpia, sin juicio ni prejuicio. Una mirada compasiva y comprensiva. Una escucha completa, de lo que te cuenta y lo que no te cuenta. De cómo te lo cuenta. De los silencios. De los gestos. De su lenguaje corporal. 

La conexión entre terapeuta y paciente debe ser completa. Solo así ese espacio mágico podrá emerger. 

Tu emoción sabe antes que tu razón la mejor decisión

Los estímulos que percibes viajan a velocidad mayor que la de tus pensamientos. Aún más si ese estímulo es interoceptivo (interno). 

Antes de tú seas consciente de ese estímulo, tu amígdala ya ha procesado esa información y ha enviado la información a la rama simpática de tu sistema nervioso.  Así, antes de que tú puedas procesar la información, ya se ha acelerado tu ritmo cardíaco, tu respiración, se han dilatado tus pupilas, has empezado a sudar ... y justo un segundo después, eres consciente de que esto le está pasando a tu cuerpo. 

Es en ese momento en que tu yo racional es consciente del reto al que se enfrenta cuando (en décimas de segundo) haces un balance (sin intención, lo harás de forma automática porque así somos los seres humanos) de los recursos que sabes que tienes para hacerle frente y lo que crees que necesitas para hacerle frente. 

Y ahí está tu respuesta. Interpretarás y sentirás un yo puedo. O no. 



Y sí, tu pasado crea precedente. En el hipocampo tenemos guardada mucha información de nuestra experiencia y las consecuencias que han tenido para nosotros múltiples situaciones vividas.

Nuestra amígdala cerebral activa la señal de alarma y el hipocampo la desactiva, si lo cree (si lo valora) oportuno. 

Ahora bien, hay cerebros que tienen miedo al miedo. Aunque sabes qué te está pasando sientes que no puedes hacer nada por cambiarlo. Y la sensación es que el miedo, el temor y la incertidumbre se apoderan de ti, y esto a la vez, te genera más y más parálisis y miedo. 

¿Te suena? 

Es decir, hay cerebros que tienen miedo al miedo, que incapacitan el control cognitivo, mientras que los cerebros que viven el miedo, pero no tienen miedo al miedo, son capaces de controlar desde la razón la respuesta emocional. Por lo tanto en cuanto al manejo del miedo son dos cerebros que procesan la información de forma completamente diferente.

Los estudios y la investigación nos confirman que es la interpretación emocional y no la racional o cognitiva la que nos va a sacar del círculo vicioso. 

Es necesario intervenir en la emoción, en el proceso emocional para llegar a otro camino, a otro resultado. 

No vale entenderlo. No va de entenderlo. 

“Sé que lo que me ocurre es una tontería, sé que no debo sentir lo que siento, pero lo siento y eso es lo que me hace sentirme mal”. La creencia de que la razón siempre es capaz de modificar la respuesta emocional, no sólo no se sostiene desde el punto de vista neurológico, sino que no deja de ser una especie de idealismo, impropio del método científico. 




La razón debe ser capaz de modular (regular) la emoción. Estar bajo la dictadura de las emociones no es conveniente. Pero saber que esto tiene que ser así, no significa que siempre lo sea, de tal forma que cuando la emoción es la que gobierna sobre la razón (programa supervivencia) en ese momento de poco sirve lo que tiene que ser y es en esta situación dónde tenemos que dejar la ideología psicológica y reconocer los hechos. 

Para poder intervenir en un cerebro en el que la emoción es la que lleva las riendas, hay que incidir sobre la emoción en sí misma, y en este territorio la reestructuración cognitiva no nos sirve. 

Tenemos que trabajar con la emoción y ser capaces de engatillar otro programa emocional incompatible o antídoto al anterior, en ese momento el nuevo clima de calma propiciará que de nuevo la razón pueda incidir y por lo tanto volvamos a la situación ideal, en la que la lógica formal gobierne sobre la lógica caótica de la emoción. 

No es fácil. Pero es posible. 



¿Cambiamos? 



sábado, 3 de febrero de 2024

El arte de preguntar. O secuestrar diálogos.

 Ten paciencia con todo aquello que no se ha resuelto en tu corazón  e intenta amar las preguntas por sí mismas, como si fueran habitaciones cerradas, o libros escritos en una lengua extranjera.

No busques ahora las respuestas que no estés preparado para vivir, pues la clave es vivirlo todo.  

Vive las preguntas ahora. 

Tal vez las encuentres, gradualmente, sin notarlas, y algún día lejano llegues a las respuestas.

RAINER MARIA RILKE,
Cartas a un joven poeta


Es cierto que creemos que pasamos gran parte del día haciendo preguntas. Como también creemos que respiramos (y por eso vivimos) cuando cada vez proliferan con más éxito los cursos para aprender a respirar conscientemente... 

Nos ocurre algo muy similar cuando formulamos preguntas. O cuando creemos que formulamos preguntas... inteligentes. 

Una pregunta es una invitación. Una invitación a pensar, explicar, agudizar, profundizar, informar, investigar, conectar.

Una buena pregunta está claramente formulada y nace de una actitud abierta y curiosa.

Una buena pregunta permanece en la historia de la otra persona.

Una buena pregunta pone en marcha la reflexión.

Una buena pregunta conduce a una aclaración, a nuevas ideas o a una nueva perspectiva para quien responde a ella.


Las buenas preguntas son auténticas, hacen pensar a la otra persona. ¿Aptas en cualquier conversación? 

Quizá no, quizá encajan, quizá tienen cabida en las conversaciones profundas. 


Podemos hablar por hablar, de cualquier cosa, sin ninguna meta más que llenar el tiempo. O podemos tener conversaciones que tratan realmente sobre algo, que tienen un sentido. Una finalidad. 

Son esas conversaciones que te permiten abrir la exploración adicional de ideas y conceptos, de interrogantes y concepciones de la vida, son conversaciones impregnadas de búsqueda de sabiduría, estimulantes. Adictivas. Sencillamente adictivas. 


Sin embargo, o al menos bajo mi propia experiencia, son pocas las personas con las que podamos tener el lujo de mantener conversaciones, intercambiar preguntas y bailar, bailar cognitivamente, disfrutando del salto de unas ideas a otras, de unas reflexiones a otras... 

Quizá nuestra biología tenga parte de culpa. Me explico. Seguro que en alguna conversación has sufrido el secuestro de tu diálogo, esto es, andas contando y explicando algo cuando alguna persona presente en la conversación interrumpe sorprendentemente tu relato, porque ella también ha vivido algo similar, y ¡zas! el pretexto de esa coincidencia la invita a enganchar su relato, el relato de su experiencia (similar a la tuya, valga por ejemplo, un viaje) con el máximo de detalle... secuestrando tu tiempo, atención y relato. Ya no tiene cabida tu narrativa, la atención ha pivotado. Ahora es otra la persona que se ha apropiado de tu historia. 

Y no te esfuerces mucho, ese interlocutor está más ocupado en sí mismo (ego) que en atender a lo que querías compartir. No es más (¡ni es menos!) que no tiene capacidad de escucha. Irritante. Y lo peor, acabarás por evitar provocar conversaciones cuando esta persona esté delante. 

Claro, es una usurpadora de momentos. 

Y es que hablar de uno mismo es para nuestro cerebro una experiencia altamente gratificante. 

¿Sabes que se ha analizado por Resonancia Magnética Funcional como responde nuestro cerebro ante estas situaciones?

¿Y sabes qué hemos visto? 

El hablar de uno mismo activa el sistema de recompensa cerebral, vinculado a las sensaciones placenteras estimulantes. Tenemos una buena descarga de dopamina. 


Quizá por eso, no sea frecuente encontrar personas que tienen capacidad para frenar esos impulsos de protagonismo, y ser capaces de, en esa pausa, dirigir su atención a la formulación de preguntas, que una vez sumergidas en ellas, son tan altamente gratificantes como esa descarga de dopamina. 

Por otra parte, formular preguntas puede crear un espacio de incomodidad, y esto, obviamente, poca dopamina genera. ¿Por eso quizá, aún inconscientemente, las evitamos? 

¿Cuántas veces a los niños/niñas de pequeños, les dicen "Eso no se pregunta" ? Para que ni más ni menos, se evite esa sensación incómoda, aunque en muchas ocasiones, esa misma pregunta es la persona adulta quién se la hace, pero nunca se atreve a verbalizarla. 

Esas preguntas que requieren razonar, repensar, hablar incluso de lo tabú. 

No hablo de preguntas maleducadas, no hablo de esas fuera de lugar, hablo de esas que dan pie a salir o a exponer las creencias. 


Tolerar una pregunta y que te desafíen, que te inviten a profundizar, a reflexionar y, a veces, incluso a cuestionar tu propia forma de hablar y de pensar nos pone ansiosos y preferimos salir por la tangente. Al fin y al cabo, nuestra identidad deriva en gran medida de nuestras opiniones y creencias...

¿Cuándo reaccionas a la defensiva ante una pregunta?
¿Estás abierto a datos que socavan tu opinión? ¿O realmente no?
Piensa en un momento en el que te sentiste incómodo/a a tras una pregunta. ¿De qué no querías hablar? ¿Qué querías defender, proteger?
¿Has hecho alguna vez una pregunta que haya puesto a otra persona a la defensiva, incómoda o enfadada? ¿Qué creencia piensas que estaba tratando de proteger?

Difícil es tener destreza en el arte de preguntar cuando desde nuestra más tierna infancia, no se fomenta desde ninguna esfera esta maravillosa y necesaria destreza. 
Aunque eso, quizá, sea motivo de otra reflexión... 😉

 



¿Agobiad@ por la vida acelerada? Aprende a priorizar sin renunciar a ti mismo/a

¿Cómo priorizar lo verdaderamente importante sin perder tu esencia? Vivimos en un mundo que nos exige ir deprisa, cumplir con mil tareas y, ...