Desde diciembre de 2019 vivimos una experiencia sin precedentes, la pandemia de coronavirus (COVID-19) se ha propagado a 213 países, y todos ellos han movilizado sus estructuras sanitarias y sociales.
Desde que la Organización Mundial de la Salud sugirió el aislamiento social (cuarentena de la población) como la estrategia más efectiva en la contención de la velocidad de propagación de la infección y evitar el colapso de los sistemas de salud la cadena de reacciones adaptativas y desadaptativas en la población se sucede como si tumbáramos una cadena de piezas de dominó.
Las reacciones psicológicas ante una pandemia
suelen ser agudas a las que hemos de sumar las secuelas emocionales a largo plazo.
Éstas dependen de ciertas características
individuales, como la intolerancia a la
incertidumbre, la vulnerabilidad percibida a la
enfermedad o la propensión a la ansiedad.
El
estrés emocional tiene consecuencias que incrementan la probabilidad
de provocar otras alteraciones como depresión, trastornos del sueño o estrés agudo.
Asimismo,
la preocupación exagerada por la salud presenta
en diferentes niveles de intensidad, con interpretaciones, generalmente,
erróneas y catastróficas de las sensaciones
corporales, habitualmente ignoradas.
Seguimos sumando. El temor por el contagio, la
desinformación o el exceso de
información pueden causar preocupaciones
confusión, ira o frustración. A ello se le debe sumar
el aburrimiento por el aislamiento o dificultades económicas que genera la situación.
Los síntomas depresivos y las tendencias al suicidio están incrementando silenciosamente las cifras, tanto del segmento de población más vulnerable en términos económicos como del segmento de población expuesto en primera línea, especialmente el sector sanitario, dada la
empatía e identificación con la vulnerabilidad y
dolor del paciente acusan pérdida de apetito, fatiga, deterioro físico,
trastornos del sueño, irritabilidad, falta de
atención, entumecimiento, miedo y
desesperación.
Es necesario reforzar programas de salud
mental dirigidos a mitigar el trauma y estrés en los
profesionales sanitario , capacitar al personal en
atención primaria para mitigar la ansiedad en los
pacientes y familia así como realizar
acciones de prevención y manejo de la creciente
ola de estigma-discriminación asociado al COVID19
Hablemos de un tema tabú
En España, el suicidio es la primera causa de muerte por factores externos, y representa el 50% de todas las muertes violentas registradas entre hombres y el 71% entre mujeres. Sin embargo, hay que diferenciar entre suicidio, intento de suicidio (aquellas conductas que no causan la muerte e incluyen la intoxicación auto infligida, lesiones o auto agresiones intencionales, que pueden o no tener un objetivo de resultado mortal) y las conductas suicidas, que engloban una diversidad de comportamientos como pensar en el suicidio, planificar el suicidio, intentar el suicidio y cometer un suicidio propiamente dicho.
Las tasas de suicidio son más elevadas entre las personas de 70 o más años de edad, tanto en hombres como en mujeres y en casi todas las regiones del mundo, si bien a escala mundial el suicidio es la causa principal de muerte entre los 15 y los 29 años de edad.
Sin embargo, determinadas enfermedades médicas, especialmente aquellas más graves o crónicas, también se relacionan con un mayor riesgo de suicidio.
Sumemos a estos datos la situación que estamos viviendo.
Teniendo en cuenta que el estrés y la ansiedad son factores determinantes ¿qué podemos hacer para prevenir, reducir e identificar situaciones de riesgo?
Y sobre estos factores sí podemos y debemos actuar, especialmente enfatizar sobre la prevención. Nuestra y de las personas que consideremos vulnerables.
Mi propuesta
Las emociones adaptativas (las que llamamos positivas) tienden a potenciar la salud tanto física como mental mientras que las emociones desadaptativas (las que llamamos negativas ) tienden a disminuirla.
Te propongo que trabajes en primer lugar la prevención. Refuerza con más intensidad que nunca las experiencias positivas y agradables (aún en confinamiento puedes hacerlo), tanto en intensidad como en frecuencia; compártelas si vives en familia con tu familia y si vives sol@ haz uso de las redes sociales para mantener activo tu contacto social.
En segundo lugar, trabaja la atención plena. Sé consciente de tus pensamientos y tus emociones. Observa como se conectan. Observa la relación que tienen.
En tercer lugar, revisa tu conducta, analiza tus comportamientos y evalúa el resultado.
Desarrolla tus competencias emocionales, aprende, descubre, busca, pregunta. Es ahora más que nunca cuando necesitas desplegar tu inteligencia emocional.
Si refuerzas las prevención, si vives en modo atención plena, necesariamente habrá un cambio. Sé consciente del mismo. ¿Es el que buscas? ¿Aún es insuficiente? ¿Necesitas apoyo?
La realidad que estamos viviendo nos pide una velocidad de adaptación extremadamente elevada. No siempre estamos entrenados para correr a esa velocidad. No esperes a agotarte.
Si necesitas refuerzo, ayuda, apoyo recuerda que puedes contar conmigo. A través de Skype o WhatsApp haremos las sesiones con la misma metodología que en formato presencial. 👉 Aquí 👈 puedes preguntarme cómo.
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#EstevirusloparamosJuntos